OYE!
¿Qué ha supuesto ser mujer en mi vida?
Actualizado: 6 ago 2018
Un ejercicio a la Simone de Beauvoir para mi clase de Paradigmas de Políticas Públicas de Igualdad (UAB).

Responder esta pregunta es fácil y difícil a la vez. Fácil porque desde siempre he sido consciente de que soy mujer. Difícil porque esa misma conciencia me alerta de algo que siempre acompaña el hablar de mi experiencia como mujer: incredulidad. Comentarios como “Ya, pero eso le pasa a todo el mundo. Eso no es sólo porque eres mujer” son demasiado comunes. Me frustran porque mi intención nunca ha sido victimizarme eliminando la experiencia de otros. Pero eso es lo que usualmente oye mi público. Así, he aprendido que en realidad no soy libre de hablar de las particularidades de mis emociones y experiencias; para esto debo tener puesta una armadura y estar dispuesta a dar la pelea. De lo contrario, es mejor ni tratar.
En todo caso, aquí les va mi relato:
De niña me encantaba ser mujer: era vanidosa, juguetona y consentida. Pero de adolescente de repente odié ser mujer: “No soy la típica chica”, decía con orgullo. En retrospectiva entiendo que lo que odiaba eran los significados negativos que se asociaban a lo que era entendido como femenino: la belleza, la vanidad y la delicadeza eran señales de debilidad y/o falta de inteligencia. Observaba como mis compañeros y compañeras percibían a las mujeres más “guapas y sexys” como brutas, incluso vi como algunas se apoyaban en esa idea para ganar un poder que a mis ojos era injusto. Injusto no por manipulador, sino porque físicamente yo no encajaba en el ideal de mujer latina sexy, por lo que ese poder se me escapaba. Decidí que quería ser amada y valorada por mi inteligencia, no por mi belleza o sex-appeal. Y así empecé a relacionarme con el mundo desde la negación de mi feminidad, masculinizándome tanto en aspecto como en actitud. No era vanidosa y no hablaba de mis sentimientos, con nadie. Les gustaba a los chicos porque “no jodía”, jugaba Nintendo y oía Punk. Me molestaba cuando los padres de mis novios decían “no puedes dejar que Alejandra se vaya sola a casa. Es peligroso”, porque no quería ser la típica niña consentida y vulnerable. Pero igual me daba miedo, porque era perfectamente consciente de lo mal que escondía mi feminidad y como esa me hacía vulnerable: tenía claro que andar con la falda del uniforme del colegio (o en general vestirme decorándome como quisiera), me hacía blanco de gritos y miradas de hombres desconocidos y compañeros del colegio, incluso a veces hasta de atracos.
El problema realmente era que la niña a la que le encantaba ser mujer seguía dentro de mí. Y yo realmente no quería esconderla. Ya se imaginaran el efecto que esto tuvo en mi autoestima. Así, llegar a la adultez ha supuesto volver a mi niñez y rebeldemente permitirme lo que siempre me ha gustado. Lo triste es la rebeldía que esto supone, porque claro, en mi sociedad todavía no soy libre de amar ser mujer sin perjudicar mis capacidades e inteligencia.
Como a muchas antes que yo, el ser consciente de mi experiencia como mujer me ha llevado a llamarme orgullosamente Feminista. Gracias al Feminismo he podido explicar y entender estas y muchas otras rebeldías en mi vida. He podido de-construir para construir, e incluso le he enseñado a quienes que me rodean a hacerlo.
Entonces, ¿qué ha supuesto ser mujer en mi vida? Ha supuesto conciencia. Y esa conciencia me ha supuesto reivindicación y poder de creación. Me ha llevado a dejar de reprimir y empezar a diseñar las dinámicas y el mundo que quiero para mi.